Enfoque Informativo
Para muchos, trabajar en la industria porno parece ser una manera placentera de ganarse la vida. Pero, ¿se siente tanto gozo como se ve en los videos o hay mucha actuación?
Efectivamente: una de las preguntas que más nos hacemos los mortales es si las estrellas porno llegan a disfrutar en los rodajes. Que tu trabajo consista en hacer el amor con otras personas delante de una cámara puede parecer una forma muy placentera (y nunca mejor dicho) de ganarte la vida. Sin embargo, no deja de ser un empleo que, como todos, tiene sus horarios y sus elevadas dosis de sacrificio.
En las altas esferas de la industria pornográfica, las actrices se encuentran con esta pregunta a diario. Como por ejemplo Tasha Reign, una de tantas profesionales que en los últimos años ha vivido un ascenso imparable en su carrera.
Graduada en periodismo por la Universidad de California, la ‘pornstar’ de 30 años decidió responder a varias preguntas de los acólitos al cine para adultos a través la revista ‘Mel Magazine’. Ella lo tiene claro: disfruta muchísimo haciendo lo que hace.
“Nunca finjo. Disfruto mucho del sexo que tengo en el set porque puedo crear la química necesaria entre mi compañero y yo”, afirma. “Para mí es muy importante, no solo por conseguir una experiencia placentera, sino también porque quiero ofrecer una actuación lo más auténtica posible, los espectadores siempre perciben eso.
Por suerte, trabajo con grandes talentos que hacen que el rodaje sea un camino de rosas y muchas veces he sentido que no debería siquiera recibir el cheque de pago”.
Reign, de nombre real Rachel Swimmer, hizo su debut en su veintena y pronto descubrió que el set de rodaje también era el lugar donde hacer realidad no solo las fantasías del público masculino heterosexual, sino las suyas propias. “Lo mejor de la pornografía es que te permite experimentar con situaciones a las que no podrías llegar en tu vida personal, como tríos o juegos de lo más excéntricos”, arguye.
“El sentido de novedad y de aventura son esenciales, conseguir un buen estado de ánimo entre los participantes es crucial para que la conexión sea más real. Si el ambiente del set es positivo y la cultura es de apoyo y diversión, hay muchas posibilidades de que disfrutemos con las escenas”.
También hay malas experiencias
Pero no siempre es así. “También ha habido malas experiencias. Si no se da ese ambiente amistoso y relajado lo que hago es intentar centrarme en los atributos físicos que me gustan de mi compañero, como su nariz, orejas o labios…”, incide la actriz.
“Sí, a veces simulamos, pero también a veces nos gusta tanto el sexo que ni siquiera podemos explicar con palabras lo muy agradecidas que estamos por ganarnos la vida de esta forma”. Como en cualquier otro trabajo, depende del día.
“Hacer porno no es realmente tan diferente a cualquier otro empleo, hay días que nos lo pasamos genial y otros solo queremos largarnos de allí cuanto antes”. En su caso, “las cosas buenas compensan a las malas, al menos lo suficiente como para seguir haciéndolo.
Yo diría que ocurre lo mismo que con tu propia vida sexual”, admite Reign. “En cualquier relación hay momentos en los que hay que poner voluntad donde no la hay. A veces, miramos más por el bienestar de nuestro compañero que por el nuestro”.
Es un trabajo como cualquier otro
Aunque la actriz recalque que se trata de un oficio como otro cualquiera, esto parece no ser así. Más allá de los conflictos que se presentan fruto de la vergüenza, el porno no deja de ser una actividad que somete a sus profesionales, sobre todo a las mujeres, a situaciones en las que pueden sentirse muy vulnerables.
En los últimos meses han salido a la luz escándalos de abuso sexual a actrices como Nikki Benz o Joanna Angel, quienes denunciaron que mientras el mundo entero ponía el ojo en el #MeToo, la violencia sexual en el cine para adultos permanecía invisible en los medios.
“Las actrices porno tienen todavía miedo a no ser creídas y que sus carreras se arruinen”, aseguraba Benz en un reportaje de ‘Buzz Feed’. “¿Por qué debo luchar contra viento y marea para demostrar que fui víctima de una violación sexual durante un rodaje?”.
El mayor obstáculo con el que se encuentran a la hora de demostrar si se trata de una agresión sexual es que lo acordado entre los actores no viene recogido en un contrato firmado, sino que se queda en una serie de conversaciones informales, relacionadas sobre todo con el pago por escena, en las que se negocia el tipo de sexo que se va a realizar. Pero claro, a la hora de la verdad, cuando ya está grabando la cámara, las actrices quedan en manos de lo que sus compañeros quieran hacerles y luego no poder reclamar nada.