Por Catalina Ruiz-Navarro
Lo que está pasando hoy con las presidenciales colombianas se parece mucho a lo que pasó en las elecciones de 2016. Tanto Trump como Hernández son viejos machistas e imprudentes, con ideas y prácticas de derecha. Se presentan como un “outsider” a la clase política, aunque esto es una mentira pues la derecha es el mismísimo status quo.
Nadie se los tomó en serio porque no tenían ni un programa cohesionado ni parecían entender nada sobre cómo funcionan sus respectivos países, y se dedicaron a decir declaraciones disparatadas, machistas, racistas, clasistas y xenofóbicas que se hicieron virales y les dieron más visibilidad. Cuando llegó la hora de votar, mucha gente votó por Trump para votar en contra de Hillary (porque era mujer, porque hacía parte de la clase política tradicional, porque no era una candidata “perfecta”), así como gran parte de la votación por Rodolfo se debe al antipetrismo. Trump, en ese entonces, recibió el voto ultraconservador, antiderechos, anti-Hillary, el voto anticontinuismo, los votos machistas y racistas. Muchas personas, como Hernández, dijeron que a pesar de sus declaraciones no sería “tan malo” y que poco podría hacer para dañar las robustas instituciones de un país como Estados Unidos.
A Trump le bastaron cuatro años en el poder para retroceder más de cuatro décadas de avances en derechos humanos. Tras su incompetencia y el machismo recalcitrante. Y las primeras que sintieron el retroceso, como suele pasar, fueron las mujeres y niñas: Trump inclinó la balanza de la Corte Suprema a favor de los antiderechos, y ahora es claro que el primer derecho en caer será el del aborto, poniendo en riesgo las vidas de mujeres y niñas y exponiéndolas a la maternidad forzada. Además de estos daños a las instituciones democráticas, el fenómeno Trump también fue una normalización de varias formas de discursos de odio, particularmente los discursos misóginos, racistas y xenófobos, y hoy, objetivamente, Estados Unidos es un país en donde la gente del común tiene miedo permanente de ser víctimas de violencia y en donde hay menos garantías de derechos. Un gobierno autoritario y machista que pone a las personas más vulnerables y a los y las defensoras de derechos humanos a sobrevivir y resistir impide a largo plazo los avances en derechos para todas las personas.