Roberto Santos

Lo que vivieron las mujeres de Ocotequila, en Copanatoyac, fue un caso de violencia por parte de los hombres al impedirles votar.

Eso sucedió el domingo pasado para elegir al comisariado, y con el abusivo argumento de los “usos y costumbres” negaron a 9 mujeres participar por “carecer de ese derecho político”.

Los “usos y costumbres” tan arraigados culturalmente han servido como subterfugio en algunos municipios de la Montaña para despojar de sus derechos a las jóvenes para decidir cuándo y con quien contraer matrimonio, así como para la conformación de abusivos cuerpos comunitarios que funcionan más bien como entes paramilitares, violentadores de los derechos humanos de quienes no están de acuerdo con ellos.

Ahora sale a la luz pública que también sirve para negar la participación política a las mujeres.

Fue Antonia Ramírez quien se quejó de ese rechazo por parte de los hombres pertenecientes al PRI y a Morena, quienes las rechazaron cuando acudieron las nueve mujeres a emitir su voto, por ser mujeres.

Antonia Ramírez aclaró que la convocatoria emitida por el Ayuntamiento no especificaba la prohibición de las mujeres.

En un video desde el lugar de los hechos, Antonia Ramírez denuncio “que en su comunidad nunca han dejado que las mujeres participen en la elección a comisario.”

Ante este hecho se han levantado la voz de líderes feministas, y estudiosas del derecho, coincidiendo en que es una clara violación de sus derechos políticos y un acto de violencia en contra de aquellas a las que negaron sus derechos, consagrados en la Constitución Política Mexicana.

Algunas piden que se tomen medidas para evitar estas acciones.

Por su parte la gobernadora Evelyn Salgado Pineda afirmó que “la Constitución está por encima de cualquier sistema de usos y costumbres”.

Gaby Bernal, quien es presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso local, desde el día lunes fijó postura y adelantó que se realizará una investigación del caso.

La gobernadora, quien ha señalado que una de las acciones principales de su gobierno será atender a las mujeres, señaló que buscará un “vínculo con las autoridades electorales para que las mujeres tengan a salvo sus derechos”, y rechazó que “a estas alturas no se permita a las mujeres votar”.

“Usos y costumbres” terminará por convertirse en la frase maldita para justificar lo injustificable, como también sucede en el municipio de Cochoapa el Grande, “donde por usos y costumbres” los hombres son capaces de detener a las niñas o jovencitas que se niegan a cumplir los deseos de los adultos, como es casarse por arreglos de los padres de los contrayentes.

Por esa violencia, que antes pasaba inadvertida, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) anuló la elección para el ayuntamiento de Iliatenco, Guerrero, debido a la violencia política de género ejercida en contra de la candidata de Movimiento Ciudadano (MC).

También “por usos y costumbres”, que por cierto, imponen los hombres, en Xalpatlahuac no dejan a la presidenta municipal trabajar en paz.

Quienes pretenden mandar son aquellos que dirigen la policía comunitaria, saltándose la Constitución, al desconocer que la primera autoridad es la presidenta municipal.

Los usos y costumbres es una argucia para apoderarse del control político del municipio.

Afortunadamente ha surgido movimientos de mujeres que exigen el respeto a sus derechos políticos y combaten esa visión tradicional patriarcal de encasillarlas en el hogar, como mujeres solo madres y esposas.

Esa cultura patriarcal nos ha legado la imagen de la mujer sacrificada y abnegada.

Pero a contracorriente, con gusto vemos que esa ideología hoy está exhalando sus últimos suspiros, y denuncias como la de Antonia Ramírez confirman que las mujeres de Ocotequila, de Copanatoyac, ya no están dispuestas a renunciar a su libertad y a su derecho de elegir, ni a ser marginadas por los hombres, convertidos en obstáculo para su afirmación social.

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