Martín Sánchez 

El 2011 fue el año en que Acapulco estaba en el centro de la vorágine de la violencia, terror y zozobra que había iniciado cinco años antes en aquel enfrentamiento coloquialmente bautizado como “Garitazo”, entre integrantes del Cártel de Sinaloa y policías controlados por el Cártel de los Beltrán Leyva.

Un 8 de enero, Acapulco despertó de manera sangrienta. Afuera de la entonces Plaza Sendero, 16 jóvenes acapulqueños habían sido asesinados brutalmente minutos después de la medianoche. Quince de ellos fueron decapitados por sus propios victimarios ahí mismo sobre la carretera Cayaco-Puerto Marqués.

Una llamada telefónica de alguien me alertó lo que estaba pasando en la acera del centro comercial. Me narró los aterradores gritos que se escuchaban. Le llamé al entonces director de El Sol de Acapulco para reportarle y decirle que iba para allá. A gritos, Juan Rodríguez Rodríguez, me prohibió ir al sitio. Era demasiado peligroso.

A mitad de la carretera se encontró una camioneta Nissan Xtrail color blanca con placas GZX-23-00. El parte oficial indicaba que también fueron decomisados un taxi Volkswagen, color blanco con rojo, con placas 1411 FFE; un Tsuru color gris, placas 880-STZ del DF; una camioneta Ford Windstar color verde, con permiso provisional para circular y una Toyota CRV color negra que estaba con el motor encendido, placas HEW-1903. Todos usados para cometer el ilícito.

A la vera de la carretera, sobre la banqueta del centro comercial, había 16 cadáveres, 15 de ellos decapitados. 14 cabezas fueron dejadas en un solo espacio. La número 15 fue encontrada dentro del taxi, en el asiento trasero, y la número 16 quedó colgando del cuerpo de aquel joven sin vida.

Fue una noche muy pesada. Nunca se había sido visto tanta saña.

Alrededor de las 5 de la mañana de ese mismo sábado, un familiar llegó espantado a contarme lo que había visto en la avenida escénica “Clemente Mejía Ávila”: un grupo de hombres, encapuchados y con armas largas, colocaban cadáveres sobre el muro de piedra. A mentadas de madre, los hombres armados agilizaban la escasa circulación vehicular de esa hora de la madrugada.

Mi pariente llegó para avisarme del hecho. Y se regresó a seguir chambeando como taxista.

Horas más tarde, un nuevo reporte de la policía alertaba sobre el hallazgo de un taxi colectivo de color amarillo con blanco, en una de las calles de Ciudad Renacimiento, con seis cadáveres en su interior. También todos eran jóvenes que habían sido “levantados” en diversos puntos de la ciudad y en diversas circunstancias.

Entre los jóvenes asesinados estaba el sobrino de mi compañera reportera Lourdes Cobos Bautista. Cuando platiqué por teléfono con ella, sumida en su dolor personal, desconocía todo lo que había sucedido esa misma noche y cuando se lo comenté se asombró.

El 25 de marzo de ese mismo año, Felipe Calderón Hinojosa —responsable de declarar la guerra al narco en 2009 con al famoso “Michoacanazo”— inauguraba la trigésima sexta versión del Tianguis Turístico de Acapulco en el Centro de Convenciones de Acapulco.

Justo en ese momento, a escasos metros de la avenida costera supervigilada por la presencia presidencial, dos hombres desmembrados fueron abandonados a un costado de la avenida Farallón del Obispo junto a la tienda Sam’s Club. Una manta, firmada por el Cártel de Sinaloa encontrada en el interior de un vehículo, revelaba la intencionalidad de retar al gobierno del panista quien, además, había permitido la ejecución del famosísimo Operativo Rápido y Furioso, impulsado por fuerzas reaccionarias de Estados Unidos contra cárteles mexicanos.

Cinco días después, ante la incesante ola de violencia en el municipio y la sangre que volaba en las ciudades más importantes del Estado, el gobierno de Felpe Calderón Hinojosa la agarró contra Acapulco: en la ciudad de México, del entonces Distrito Federal, la secretaria de turismo Gloria Guevara Manzo anunció que el Tianguis Turístico sería itinerante luego de 36 años que se había desarrollado ininterrumpidamente en el puerto.

En pleno Año del Turismo, declarado por el gobierno federal panista, se daba “la puntilla” para este puerto. La entonces secretaria de turismo federal, Gloria Guevara Manzo, acompañada de empresarios hoteleros y del ramo turístico afines al panismo, entre ellos el actual secretario de turismo, Miguel Torruco Marqués, anunciaba que el Tianguis Turístico se retiraba de Acapulco y se convertía en evento itinerante.

Para muchos nos dolió la medida drástica que se impulsó desde la oficina de Los Pinos. Aunque muchos opinadores deseaban que fuera un acicate para fortalecerlo, la realidad fue que Acapulco se hundió en la inopia de la calidad. Hasta la fecha, persiste esa miseria.

El 7 de abril del 2011, el presidente Felipe Calderón Hinojosa, en el discurso inaugural de la septuagésima cuarta Convención Bancaria y tras escuchar la súplica del gobernador Ángel Aguirre Rivero, se lavó las manos del tema del Tianguis y luego recriminó:

—Los promotores y operadores turísticos fueron los que solicitaron que el Tianguis Turístico fuera itinerante. Sin embargo, tenemos mucho que hacer porque tenemos que convencerlos con palabras y hechos y Acapulco también tiene que hacer su parte. Pongo un ejemplo: la depuración y fortalecimiento de la policía municipal de Acapulco y la policía estatal que opera en el puerto, que no son solo acuerdos del Sistema Nacional de Seguridad sino obligaciones de ley, por desgracia no han sido cumplida por las autoridades.

—Sé que el día que se cumpla con esa tarea impostergable no solo volverá el Tianguis que esperamos que sea pronto sino algo más importante que es la seguridad de Acapulco y con ello el turismo masivo nacional e internacional y con ello los Kennedy, los Rivera del futuro que son los que Acapulco necesita.

Un aplauso de todos los banqueros asistentes a la ceremonia inaugural fue la prueba irrefutable que el poder presidencial había marcado la línea para dicha decisión contra Acapulco y su enorme historia turística.

En el presídium de ese evento, eran notorias las caras adustas del neoperredista Ángel Aguirre Rivero y del priista, presidente municipal de Acapulco, Manuel Añorve Baños.

El 6 de julio de 2011, se confirmó legalmente el golpe asestado desde el Poder omnipotente del presidente de la República:

La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) desechó la controversia constitucional que promovía el municipio de Acapulco en contra de la convocatoria del Ejecutivo federal para que las entidades de la República realizaran el Tianguis Turístico 2012.

Por mayoría, la Primera Sala del Alto Tribunal admitió el recurso de reclamación que presentó el presidente Felipe Calderón contra la suspensión que otorgó una semana atrás la ministra Olga Sánchez Cordero para interrumpir dicha convocatoria.

En una votación de cuatro contra uno, la Sala de la Corte resolvió que es procedente la reclamación del gobierno por lo que la convocatoria permanece con todos sus términos y los estados podrán presentar sus propuestas para la celebración de la edición 2012 del evento.

Tres ministros de la Sala respaldaron el proyecto que elaboró Guillermo Ortiz Mayagoitia en el que propuso desechar el juicio que interpuso el ayuntamiento del puerto guerrerense y validar el reclamo del Gobierno federal a través de la Secretaría de Turismo.

Cabe recordar que Olga Sánchez Cordero, única que realmente mostró abiertamente su amor por Acapulco, había resuelto otorgar la suspensión para evitar que continuara la convocatoria a fin de realizar el Tianguis en otra sede distinta a Acapulco donde se ha llevado a cabo desde la década de los 70.

Alguna ocasión, Calderón Hinojosa les echó en cara a los gobernadores la ayuda que reclamaban:

—Ustedes invitan a los narcos, los atienden, les dan de comer, luego no les cumplen, se pelean con ellos y vienen a pedir ayuda al gobierno de la República porque a la Federación le toca combatir al crimen organizado. ¿Qué mal, verdad?