Por Roberto Fuentes Vivar

En años recientes se han popularizado, en el lenguaje español cotidiano, decenas de palabras que generalmente se utilizan en el ámbito empresarial neoliberal, pero que se han extendido a otros ambientes.

Así es común ver en conferencias, discursos, presentaciones y comunicados de prensa (vaya que abundan) textos tan interesantes como “ la resiliencia de las Fintech para generar disrupción en el nearshoring sostenible”. Seguramente un tema muy oportuno e importante para el futuro de la humanidad.

Con este tipo de palabras se engalanan artículos periodísticos que me hacen recordar aquel viejo escrito de Pedro Gringoire que circuló (en fotocopias) y que se ttulaba “Como escribir mal: el secreto y las reglas”, en el cual decía que uno de los secretos para escribir mal es llenar un texto de palabras que nadie entienda.

De hecho el español está tan inundado de anglicismos que en el diario español El País hay un recuento, realizado por lingüista computacional Elena Álvarez Mellado a través de una herramienta para el llamado Observatorio Lázaro (en honor de Fernando Lázaro Carreter) que señala datos interesantes.

Uno de ellos es que el estudio diario de ocho medios españoles muestra que entre todos ellos publican unos 400 anglicismos cada día, de los que 200 no están repetidos y 20 no habían sido detectados anteriormente por el modelo. De esos 400 anglicismos diarios, elpais.com acoge 90 (cómputo sobre septiembre y octubre de 2020).

Concretamente, Álvarez Mellado recopila estos datos desde abril de 2020, si bien comenzó sus trabajos en diciembre de 2019. En siete meses había contabilizado más de 70 mil anglicismos.

¿Imagínense cómo estamos en México, en donde además de la influencia española tenemos la influencia del vecino del norte?

Ante esta avalancha de palabras neoliberales (la mayor parte anglicismos) expreso mi propio manifiesto en contra de ellas:

No soy resiliente. Soy un simple ser humano que enfrenta las adversidades con buen ánimo.

No soy sostenible ni sustentable. Aunque me sostengo en pie (con dificultades, claro) y me gano mi sustento.

No soy heurístico. Pero me gusta investigar lo que escribo, a veces en fuentes no muy ortodoxas.

No soy holístico. Simplemente me gusta entender el texto y el contexto y analizar el entorno del todo y las partes.

No soy asertivo. Me gusta hacer afirmaciones tajantes, sobre todo cuando tengo, como se dice vulgarmente, los pelos de la burra en la mano.

No soy disruptivo. Simplemente estoy de acuerdo con las rupturas, para una transformación radical.

No tengo sororidad. Sino que soy solidario y fraterno, espcialmente con los grupos más desprotegidos como las mujeres o las personas pertenecientes a los grupos indígenas. Incluso con los periodistas.

No soy CEO, ni COO, ni CFO, ni CMO, ni CIO, ni CTO, ni CCO. Aunque si, como periodista independiente tengo que ser mi propio director general, director de finanzas, director de tecnología y hasta director de comercialización. Quizá sí sea FEO (pero no por las siglas de Financial Ejecutive Officer), sino porque la naturaleza no fue muy agraciada conmigo.

No practico el jomofice (home office). Sino que sencillamente trabajo desde casa, desde antes de la pandemia.

No practico el coworking. Pero me gusta compartir oficina y máquina de escribir en las redacciones.

No compro en el retail. Voy a laa tienda de abarrotes.

No soy (ni quiero ser) influencer. Pero si me gustaría ser un periodista muy leído.

No uso hastags, pero a veces alguien me etiqueta en las redes sociales.

No asisto a los webinar, aunque sí entro, por internet, a algunos seminarios y hasta cursos y clases a distancia.

No guasapeo, ni gugleo. Personalmente prefieron feisbuc, aunque no feisbuqueo mucho.

No me voy a descarbonizar. Porque si me descarbonizo me muero.

No hago caso a las trends. Aunque si me gusta conocer las tendencias informativas.

No soy una brand. Muchos periodistas si han caído en el branding y hasta registran su nombre como marca.

No tengo engagement. Pero si tengo algún grado de compromiso del consumidor con una marca (de cigarros, por ejemplo).

No hago caso a los trolls ni a los bots. Simplemente los tomo como lo que son: personas que quieren milestar o robots..

No me interesan ni el big data, ni el hard data ni el soft data. Sencillamente me gustan los datos duros que acompañen al periodismo.

No me preocupan los malware. Pero si estoy al pendiente de que un virus no infecte mi computadora y con ello me vayan a robar la personalidad (no phishing).

No comparto ninguna de las palabras de moda. De hecho, me tienen fucking fed up, es decir hasta la madre.

Dice el filósofo del metro: Pa que tanto anglicismo estando el idioma tan parejo.

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