Por Misraim Olea Echeverría
Que la política esté desacreditada en estos tiempos mucho depende de la calidad de algunas y algunos actores políticos que han influido en esta circunstancia, por sus acciones y omisiones.
Este descrédito ha llevado a algunos Partidos Políticos a hacerse llamar “movimientos” y han matizado su ideología, con la finalidad de apartarse de sus opositores y abarcar un mayor espectro ideológico.
En este sentido también los actores políticos se han hecho llamar “ciudadanos”, para alejarse de las y los políticos que han sido descalificados.
Es decir, en lugar de ayudar a mejorar la imagen de la política y de las y los políticos, un amplio segmento de la clase política ha decidido continuar con la campaña negativa, siendo esto redituable para sus fines electorales.
Para evitar continuar con el desgaste de la política y quienes participan de ella, se requiere de profesionalización. Los Partidos Políticos deberían asumir su responsabilidad de ser formadores de cuadros y también de difusores de valores democráticos en la sociedad.
La profesionalización de la política requiere de políticos profesionales, formados en lo ideológico, académico y político. Elementos que en conjunto permitirán que las reglas del juego se apliquen y además se repliquen.
Para formar nuevos cuadros los partidos políticos deben tener una ideología específica, que los identifique, los aglutine y que sea el eje central y razón de su actuar. Esta ideología debe ser enseñada, entendida y asumida por los nuevos cuadros, pues son los valores que regirán su actuar.
Aunque hemos escuchado en muchas veces que la ideología no da de comer, si lo da la formación académica y la experiencia; áreas en las que la ideología puede ser aplicada, aún incluso trabajando en administraciones que no sean propias del partido en el que la persona milita.
Aunque hay varios ejemplos de políticos profesionales que han salido adelante y han dado muestra de sus capacidades sin haber terminado la primaria, incluso sin hacer estudiado formalmente; esta no es una constante y quienes han pasado por esas circunstancias coinciden en que la formación académica es elemental para la clase política.
Es en las aulas, en la convivencia diaria con otras formas de pensar y en contacto con textos de otros tiempos en el que la persona se declina por una ideología; le da herramientas para debatir otra y sustento para defender sus ideas.
De ahí que un político con formación académica entiende la ideología de su partido, la defiende y parte de ella para actuar en los diversos espacios en los que se encuentra, siempre apegado a sus documentos básicos. . . en teoría.
Finalmente, la formación política de las y los actores de la política le ayuda a entender hasta que punto se debe ser correcto, en qué momento se debe mantener la dignidad y cuando se debe actuar enérgicamente para defender un punto. La experiencia de las y los actores mayores es determinante para enseñar a los nuevos cuadros las formas y fondos de la política.
La formación política no sólo se expresa en el ámbito de lo político, generalmente se aplica también en la administración pública, en donde se refleja principalmente la formación.
Personas con vasta experiencia en la administración pública, formados en lo político, académico e ideológico pueden siempre dar mejores resultados.
Además de los partidos, las y los actores políticos deberían ser quienes promuevan la formación de cuadros de manera continua, para que, cuando les sustituyan, los nuevos actores políticos estén a la altura de las necesidades del espacio en el que se desempeñarán.
La política nunca va a ser mejor o peor, la política será lo que es a los ojos de quien la describa, dependiendo siempre de su experiencia en ese ámbito. La profesionalización de la política por su parte, mejorará las prácticas, que desembocará en resultados positivos para las mayorías.