Oscar Athié.
Este 2021 conmemoramos el Día Internacional de la mujer dentro del entorno de la pandemia que a afectado a todo el mundo y que nos muestra una dura realidad: Esta crisis pandémica tiene el rostro de mujer. Hay peligro de que desaparezcan años de progreso en relación a la igualdad de género, ya que es un hecho que las desigualdades sociales a las que se enfrentan las mujeres y las niñas, ya de por si profundas, han venido en aumento.
La mayoría de los trabajadores esenciales de primera línea son mujeres, ellas tienen mayor probabilidad de trabajar en los sectores más afectados por la pandemia, y muchas de ellas pertenecen a grupos marginados por motivos de raza u origen étnico y en la parte más baja de la escala de ingresos.
Son vulnerables en un 24% a la perdida de su trabajo, así como a sufrir caídas pronunciadas de sus ingresos, incidiendo con esto en la brecha de salario entre hombres y mujeres.
Asimismo, la pandemia ha producido una epidemia paralela en contra de las mujeres en todo el mundo, aumentando el maltrato en el hogar, el delito de Trata, la explotación sexual y el matrimonio infantil que se da tanto en Guerrero. Es posible que millones de niñas no vuelvan jamas a sus escuelas.
Las mujeres constituyen la mayor parte de los profesionales del sector salud, según un estudio reciente, solo el 3,5 % de los equipos de tareas de respuesta a la COVID-19 estaban integrados por el mismo número de hombres que de mujeres. Desde luego que esta exclusión, es en si misma una emergencia, es claro que el mundo necesita un impulso o relanzamiento que permita avanzar en el liderazgo de las mujeres así como en su igualdad de participación, sin duda que de ello nos beneficiaríamos todos.
Las mujeres que ocupan posiciones de liderazgo han demostrado su capacidad y eficacia en la respuesta a la COVID-19. En el último año, los países liderados por mujeres han tenido tasas de transmisión más bajas y con frecuencia están mejor posicionados para la recuperación.
De manera generalizada nos encontramos muchos ejemplos en el mundo que cuando las mujeres lideran los gobiernos, vemos mayor inversión en protección social y mayores avances en la lucha contra la pobreza. Cuando hay mujeres en los parlamentos, los países adoptan políticas más rigurosas en la esfera del cambio climático. Si las mujeres están presentes en las negociaciones de paz, los acuerdos son más duraderos.
No obstante lo ya dicho, las mujeres no representan más que la cuarta parte de los legisladores nacionales en todo el mundo, la tercera parte de los miembros de los gobiernos locales, y tan solo la quinta parte de los ministros de gobierno. Si se mantiene la trayectoria actual, la paridad de género no se alcanzará en los órganos legislativos nacionales antes de 2063. Alcanzar la paridad entre los jefes de Gobierno llevaría bastante más de un siglo.
Lograr un futuro mejor depende de que abordemos este desequilibrio de poder. Las mujeres tienen el mismo derecho a hablar con autoridad sobre las decisiones que afectan a su vida. Al menos en cuanto a las Naciones Unidas, se ha conseguido ya la paridad de género en sus puestos directivos y algo inédito en Guerrero, en cuanto al gabinete actual de gobierno, hay por primera vez en su historia equidad de genero.
La recuperación tras la pandemia es una gran oportunidad para trazar una nueva senda de igualdad. Deben dirigirse medidas de apoyo y estímulo en concreto a las mujeres y las niñas, entre otras cosas, aumentando la inversión en la infraestructura del cuidado. Mucho del funcionamiento de la economía formal, es debido al trabajo de cuidados no remunerados que realizan muchas mujeres.
La recuperación de esta crisis pandémica al parecer se acerca, y como parte de la recuperación de la misma, debería contener rutas que conduzcan a un futuro inclusivo que vele por la igualdad de representación desde los aparatos de gobierno, instituciones públicas, las empresas privadas y demás.
También habría que invertir de manera sustancial en la economía del cuidado y la protección social, y redefinir el producto interno bruto, de modo que el trabajo en los hogares sea visible y se contabilice. Eliminar las barreras a la inclusión plena de las mujeres en la economía, entre otras cosas, mediante el acceso al mercado de trabajo, los derechos a la propiedad y facilidades de crédito e inversiones específicas para las mujeres.
Derogar todas las leyes discriminatorias en todos los ámbitos, desde el mundo laboral a los derechos sobre la tierra, pasando por el estatuto personal y la protección frente a la violencia, algo que s debe subrayar.
Quinto, todos los países deberían aprobar un plan de respuesta de emergencia para hacer frente a la violencia contra las mujeres y las niñas y acompañarlo de financiamiento, políticas y voluntad política para acabar con esta mala y dolorosa práctica.
El mundo tiene una oportunidad de dejar atrás generaciones de discriminación arraigada y sistémica. Es hora de construir un futuro de igualdad.
En esta oportunidad en que Guerrero cuenta por primera vez con una Gobernadora Constitucional, seguramente que podremos encontranos pronto con las ventajas ya mencionadas en cuanto a que contamos con una mujer dirigiendo nuestro destino. Mucho se dijo en su momento que Guerrero no estaba preparado para ser gobernado por una mujer, lo cierto es que las urnas esta vez han dicho lo contrario. Sin duda que Guerrero merece más, y es la oportunidad desde la trinchera que nos toque ocupar, para sumarnos todas y todos al Guerrero que soñamos.
Les abrazo.
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