Enfoque Informativo
“Algunos parecen idos, otros lloran, unos últimos aplauden: una ola de emoción recorrió el lunes la multitud presente en Maskwacis, en el oeste de Canadá, cuando el papa pidió perdón por el daño hecho a los indígenas”.
“Hacía años que esperaban esta disculpa. ‘Estoy afligido. Pido perdón’, declaró el papa Francisco al evocar el “sufrimiento” y los “traumas” que afectaron a las poblaciones amerindias aplastadas por una política de asimilación”.
“Poco después del discurso, uno de los jefes le colocó un tocado tradicional de plumas en señal de respeto. De pronto una mujer se levantó para cantar sola en lengua cree el himno canadiense. Una lágrima rodó sobre su rostro curtido. Ninguna palabra puede describir hasta qué punto esta jornada es importante para nuestro camino de sanación”, resumió Vernon Saddleback, uno de los jefes de la reserva de Maskwacis.
Minutos antes, al ritmo de los cantos tradicionales, una inmensa pancarta roja atravesó la multitud reunida en un ambiente solemne. A lo largo de la pancarta estaban escritos los nombres de miles de niños.
Son una parte de los miles de menores muertos durante sus estadías en internados y que fueron enterrados en sepulturas anónimas y sin informar a los padres.
Muchos murieron de enfermedades (tuberculosis, neumonía…), de accidentes, pero también de maltrato y negligencia, así como de malas condiciones sanitarias.
El doloroso capítulo de los “internados” en los que metían a los niños por la fuerza dejó al menos 6 mil muertos entre el fin del Siglo XIX y la década de 1990, y creó un trauma en varias generaciones. -“Almas perdidas” -“Esperé 50 años estas disculpas”, cuenta Evelyn Korkmaz, quien pasó cuatro años en un internado.
“Finalmente hoy las escuché, pero lastimosamente, muchos miembros de mi familia, amigos… no pudieron oírlas porque se suicidaron”, agrega la mujer que desea que en adelante la Iglesia entregue el acceso a los archivos de los internados.
“Esos documentos son nuestra historia” y llevan entre otras cosas los nombres de los niños asesinados, “estas almas perdidas y el lugar de su sepultura”.
Entre la multitud, muchos indígenas se vistieron con sus prendas tradicionales o playeras naranjas, símbolos del destino trágico de los niños enviados a los internados. Pancartas de “cada niño cuenta” y “somos solidarios con nuestros sobrevivientes” fueron desplegadas, mientras que un centro de apoyo psicológico fue propuesta bajo un tipi para los sobrevivientes y sus familiares.
Vestida con una playera naranja desde la provincia vecina, Irene Liening Muskowekwan espera que esta jornada pueda “aportar un poco de paz” a los sobrevivientes. “Cuando estaba en el internado, ni si quiera tenía nombre, si no un número”, recuerda esta mujer que pasó ocho años en una de esas instituciones.
“Sigue siendo un recuerdo muy doloroso”, agrega al evocar a su tía que nunca volvió del internado. “Nunca olvidaré, no debemos olvidar”, insiste George Arcand Jr, gran jefe de la Confederación de Primeras Naciones del Tratado n.6.
Entre los participantes, muchos se sienten desorientados. Dividida entre “la tristeza y la alegría” está Emily Thomas, mestiza originaria de la ciudad de Winnipeg, en el centro del país, y quién hizo 12 horas de ruta para estar en la ceremonia.
Antes de dejar el lugar, los participantes son invitados a depositar sus “lágrimas” en una bolsa de papel que será luego quemada, un ritual espiritual de las Primeras Naciones.