Enfoque Informativo
Si algo ha caracterizado a Corea del Norte en más de siete décadas de historia, además del mando totalitario de la dinastía Kim, es su determinación por buscar la autosuficiencia y desconfiar de todo aquello que provenga del exterior.
Al comenzar la pandemia del entonces nuevo coronavirus, Kim Jong-un se apresuró a clausurar el país.
Para evitar la entrada del virus cerró y reforzó sus fronteras, prohibiendo la entrada de personas y productos no imprescindibles.
“Esperaban mantener ese aislamiento durante algunos años, hasta el final de la pandemia mundial”, indicó en entrevista Andrei Lankov, director del portal especializado NK News y considerado uno de los mayores expertos en Corea del Norte.
A tal punto llegaba la autoconfianza del régimen que rechazó ofertas de China y el mecanismo Covax para vacunar a su población contra el Covid-19. De hecho, no ha administrado una sola dosis entre sus 25 millones de habitantes.
Pero el virus entró en Corea del Norte y esta semana ha habido una explosión de casos.
Hoy los contagios superan los dos millones y el gobierno ha informado de 65 muertes, aunque se cree que podrían ser muchas más.
La estrategia de Kim de apostar por el aislamiento radical y rechazar las vacunas no ha tomado por sorpresa a quienes conocen bien Corea del Norte y la ideología que rige el Estado: la doctrina Juche.
Ideología Juche
Pronunciada “chuche” (en coreano 주체) la palabra no tiene una traducción exacta en español, por lo que habitualmente se define como “autosuficiencia” o “autoconfianza”.
La existencia de Corea del Norte desde 1945 (aunque fue tres años después cuando se estableció oficialmente como Estado) está vinculada a la figura del “presidente eterno” Kim Il-sung que, patrocinado por Stalin, fundó el país y lo gobernó hasta su muerte en 1994.
El abuelo de Kim Jong-un formuló por primera vez la palabra juche en los años 50 y la impuso como doctrina del Estado en la década siguiente, cuando Corea del Norte era un pequeño -aunque estratégico- exponente del bloque comunista en Asia a la sombra de los dos gigantes: la Unión Soviética y China.
“Kim Il Sung imaginó tres aplicaciones específicas de la filosofía Juche: independencia política e ideológica, especialmente de la URSS y China; independencia económica y autosuficiencia; y un sistema de defensa nacional viable”, explica la académica Grace Lee en un artículo de la revista de Stanford sobre asuntos de Asia oriental.
El propio Kim Il-sung definió Juche como “ser el maestro de la revolución y la reconstrucción en el propio país”, lo que incluye “rechazar la dependencia de otros, usar el propio cerebro, creer en la propia fuerza, mostrar el espíritu revolucionario de la autosuficiencia y resolver los problemas por uno mismo”.
A su hijo Kim Jong-il (que gobernó desde 1994 hasta su muerte en 2011, pero ya desde la década de 1970 fue acaparando un gran poder en el Estado) se le atribuye el haber perfeccionado y consolidado la doctrina Juche.
El segundo de la dinastía Kim confirmó que la vocación internacionalista del comunismo mundial no iba demasiado con Corea del Norte y proclamó el “socialismo al estilo coreano”.
Así, el Estado apuntaló su particular ideología que fusiona el marxismo con la tradición aislacionista, confuciana y feudal de la Corea previa a la ocupación japonesa de principios del Siglo XX.
Corea era en aquellos tiempos conocida como “el reino ermitaño” por su rechazo a los intercambios con otros países y su extrema desconfianza de todo lo extranjero.
Extranjeros, no!
Y, más de un siglo después, esa desconfianza persiste.
“El país ha asumido la política médica Juche como método preventivo” para la Covid-19, asegura el profesor Nam Sung-wook, especialista en estudios norcoreanos de la Universidad de Corea en Seúl.
“La política desde el principio ha sido bloquear y evitar la entrada de extranjeros. Históricamente Corea del Norte ha sido ese tipo de país y su mentalidad es evitar que entren esos ‘terribles’ extranjeros con ese virus”, explica, por su parte, Daniel Tudor, autor del libro North Korea Confidential.
De hecho, la desconfianza hacia todo lo extranjero durante la crisis sanitaria global no solo explica el cierre de fronteras, según expertos, sino también el rechazo a las vacunas.
“Su lógica es clara: no querían invitar a extranjeros, a quienes veían como posibles propagadores de la enfermedad, y sin la asistencia de extranjeros es imposible realizar una campaña de vacunación a gran escala”, afirma Andrei Lankov.
El profesor Lankov también destaca que Corea del Norte carece del capital, el equipamiento y la experiencia necesarios para desarrollar una vacuna propia, o al menos para hacerlo sin la ayuda de técnicos foráneos.
Lo cierto es que con su política anticovid de aislamiento total y sin vacunación, Corea del Norte lanzó una arriesgada apuesta al “todo o nada”.
De no haber entrado el virus, el país podría seguir siendo una rara excepción en esta pandemia que ha causado más de 6 millones de muertes en todo el mundo.
Pero, si entraba, y es lo que ha ocurrido, se temía que las consecuencias pudieran ser devastadoras.
Los medios estatales norcoreanos han reportado, hasta ahora, 65 muertes, pero expertos ponen en duda ese número.
“El número de muertes que reportan está muy subestimado. Solo si tenemos en cuenta la tasa de mortalidad normal de ómicron, deberían ser al menos mil”, indica Lankov.
Además, hay otros factores que podrían aumentar las muertes, como el deficiente estado de salud de parte de la población por la endémica escasez de alimentos, las graves carencias de suministros médicos o el estado precario de los hospitales.
Juche y hambre
Por su parte, el David S. Hong, neurocirujano pediátrico de la Universidad de Stanford y miembro del programa de desarrollo de neurocirugía pediátrica en Pyongyang, habló sobre la radical estrategia anticovid de Corea del Norte, que considera que es “en gran parte atribuible a la ideología Juche”.
“Es un país que hace todo lo posible por mantener la autosuficiencia, incluso cuando están enfrentando una hambruna tratan de gestionarlo por ellos mismos”.
En la década de 1990, tras el derrumbe del bloque socialista, Corea del Norte sufrió una grave crisis económica conocida como “la ardua marcha” y a la que se atribuyen entre 500 mil y 2 millones de muertes a causa de hambre.
“El país nunca se recuperó del todo de aquella crisis y hasta el día de hoy parte de su población sufre la falta de alimentos”, señala.
Pese a su política aislacionista, en las pasadas décadas el régimen autorizó poco a poco la entrada de algunas organizaciones como la Cruz Roja o el Programa Mundial de Alimentos (PMA), que mantuvieron activos programas para combatir el hambre en el país.
El doctor Hong afirma que tanto la OMS como organizaciones no gubernamentales buscan modos de asistir a Corea del Norte en la actual crisis sanitaria, aunque no está seguro de si el régimen aceptará la ayuda.
“Puede que los norcoreanos no quieran aceptarla porque piensen que puede afectar a su estrategia, y quizá lo vean como una forma en la que un país extranjero pueda tratar de aprovecharse de ellos de otro modo”, opina.
“Se preocupan mucho por ver cuáles son las motivaciones de los extranjeros, cuál es la intención que puede esconder que un país foráneo ayude a los norcoreanos”.