Por Roberto Fuentes Vivar
Dice el filósofo del metro: “mientras más amo a los perros, más odio a sus propietarios”.
Y no es para menos.
El fin de semana quizá la noticia más viral (tendencia o trending topic, como se dice en las redes) fue que un hombre mató a un perro con un desarmador.
El hombre era un trabajador y, para colmo, de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Quizá ese hecho ocasionó que se convirtiera en el ser humano más odiado en México durante el fin de semana.
“Mátenlo”, “Háganle lo mismo”, “encarcélenlo”, replicaban los mensajes en las redes sociales.
Desde luego, la información trascendió Facebook y Twitter y varios medios la replicaron (la leí concretamente en Aristegui y Proceso). Y en todos lados decía lo mismo “trabajador de la CFE mata a un perro” (que por cierto no era perro sino perra).
En concreto había dos hechos: 1.- Un hombre mató a un perro y 2.- El hombre era trabajador de la CFE. El contexto venía al final de la nota en casi todos los casos, como si se tratara de las letras chiquitas de los contratos con los bancos.
Cuando los leí lo primero que vio a mi mente fue ¿se hubiera hecho tanto escándalo si hubiera sido trabajador de Coca-Cola o de Liverpool? Así lo pregunté en Facebook y la respuesta de algunos amigos fue que sí, que no importaba, aunque un amigo (acérrimo enemigo de López Obrador) me escribió “el hubiera no existe y en este caso fue un trabajador de la CFE”.
Creo que precisamente por ser trabajador de la CFE el asunto se politizó y hasta se hicieron imágenes en la que se mostraba la foto del sujeto y encabezaban con grandes stitulares: “el asesino de la CFE”.
Otro amigo fue más lejos y hasta decía que se trataba de un sicópata y había que ver si no tenía otras muertes en el clóset.
No los juzgo. Pero personalmente no estoy de acuerdo con ese linchamiento que se hizo el fin de semana.
Y me pregunto ¿qué haría yo si fuera atacado por un perro y tuviera un desarmador en la mano? Seguramente lo mismo, porque no sé cómo actuarían los químicos segregados por mi organismo en ese momento. Claro entonces la oposición encabezaría la nota “sicópata seguidor de AMLO mata a un indefenso perro”.
Otras de las peguntas que hice (esa sí) abiertamente en Facebook fueron ¿qué estaba haciendo un perro (o perra) en la vía pública sin correa? Y ¿Cómo había ocurrido le incidente?
A la primera nadie quiso responder, como si fuera normal que un perro (o perra) con dueño ande en la calle sin su propietario. A la segunda scontesó la letra chiquita: el animal había agredido al trabajador (fuera de la CFE, Coca-Cola o Liverpool) y hasta le había roto el pantalón.
Eso, desde luego, no importó para los linchadores que pedían un castigo inmediato para el “asesino”.
No justifico la muerte de la perra (Pucca se llamaba), por el contrario, la lamento porque se trataba de un animal indefenso y adiestrado por seres humanos, de acuerdo con sus humanos intereses. Pero creo que los culpables de su deceso fueron sus propietarios porque: 1.- lo dejaron libre en la vía pública (igual pudo ser atropellado en las calles de Cholula Puebla, donde sucedió el caso). 2.- Permitieron que agrediera al trabajador (ladrar, corretear y morder son agresiones -caninas o humanas- , a pesar del tamaño del perro) 3.- Fueron definitivamente irresponsables.
El caso es que el hombre (mediáticamente fue importante que se tratara de un trabajador de la CFE, porque así la oposición pudo mostrar más saña y enjundia en su indignación) fue detenido por la policía y ya en la agencia del ministerio público las propietarias desistieron de interponer una demanda (quien sabe si porque se dieron cuenta de que ellas también tenían culpa o porque el ser humano se comprometió a reparar los daños y con eso se dieron por bien servidas, como se dice coloquialmente).
El hecho es que el linchamiento duró varias horas (más de un día) y el trabajador fue juzgado de manera sumaria como sicópata, asesino, criminal y muchos epitetos más, sin que se entendiera que los propietarios de un perro tienen tambien responsabilidades que cumplir, como no romper las reglas de la convivencia humana.
La supremacia perruna ¿o perrona?
El hecho me hizo recordar que hace apenas 60 años en algunas partes de Estados Unidos (ese país tan demócrata al que la oposición pide al presidente Andrés Manuel López Obrador que se pliegue de manera supina en la Cumbre de las Américas) los negros tenían que bajarse de la banqueta cuando un blanco iba a pasar por la misma acera. Así se manifestaba la supremacía blanca.
Hoy, muchos ciudadanos mexicanos tenemos que bajarnos de la banqueta cuando va a pasar un perro con su propietario. Nos obligan porque no tienen la menor idea de que hay personas a las que no les interesa la convivencia con los perros. Quizá así se manifiesta la supremacía perruna o perrona.
Pobres animales (me refiero a los perros) y pobres animales (me refiero a los propietarios de los perros) que carecen de la sabiduría para educar a los perros y educarse ellos mismos.
El caso de la perrita Pucca me hizo recordar también lo que sucedió en la colonia Condesa en octubre de 2015, cuando propietarios de canes emprendieron un linchamiento contra la que llamaron la “mataperros” y hasta divulgaron carteles ofreciendo una recompensa por ella.
Se trataba de una señora (de entre 65 y 75 años) que estaba harta de los destrozos ocasionados por los perros en su propiedad. No sólo cagaban en su césped y dejaban ahí su mierda, sino que destruían el pasto y hasta las flores que ella plantaba. Decidió ponerles un “hasta aquí”, los azuzaba y hasta puso veneno en sus jardines.
La ola de enfurecidos ciudadanos decidió también fincar un “hasta aquí” a la señora y divulgaron en las redes información acusándola de “mataperros” y pusieron precio a su cabeza (literalmente). En ese entonces, fue políticamente incorrecto y salí en su defensa.
Ahí explicaba que los ciudadanos no tenemos porqué ser solidarios con los propietarios de perros porque 1.- No tenemos la obligación de amar a sus animales, ni siquiera de soportarlos. 2.- No estamos obligados a cederles el espacio en la via pública que nos corresponde. 3.- Los propietarios de perros no son ciudadanos de excepción que estén por encima de los demás. 4.- Rompen las reglas de la convivencia de los seres humanos. 5.-Su moda (de tener, pasear y amar a los perros y dejarlos que defequen en cualquier lugar) no tiene porqué ser adoptada por toda la sociedad.
La tolerancia es el principio básico de la sociedad: Amemos a los perros. Eduquemos a sus dueños.