Cuando tenía 12 años y entré a la secundaria, mi hermana mayor ya había sido promovida al tercer año, en esa época yo seguía pensando en las caricaturas del canal cinco -en la tarde- y mi hermana en novios, lo que me molestaba recurrentemente porque, aunque era chaparrita, tenía sus encantos y era muy agradable…con sus amigos.
No odiaba que en la escuela o en la colonia me gritaran “cuñao” -ya estaba acostumbrado-, lo que me molestaba en sí era cuando mi hermana “noviera” tenía que salir a las tardeadas de la escuela y yo a estar de chaperón con ella en lugar de quedarme a ver la televisión; todo ello por órdenes de mi padre.
Ya se imaginarán la difícil labor de ser el “chismoso” de la familia pues para cubrir las mentiras de mi hermana, tenía que decir “la verdad” a mi padre; como el afirmar que siempre estuve al pendiente de ella en la disco y no la soltaba ni para ir al baño, cuando en la realidad “mi custodia” siempre se las ingeniaba para escabullirse entre la manada de jóvenes que bailaban eufóricos con la música de esa época.
Una vez “la verdad” que le conté a mi padre no salió tan verdadera ya que mi hermana se perdió más de la cuenta y, gracias a ello, nos agarró un aguacero que originó que no encontráramos trasporte que nos llevara a casa. Desde luego, ella feliz pues venía con su novio en turno, pero yo iba tan preocupado por la reprimenda de mi padre, que estaba convencido de decirle “la verdad histórica” de lo que pasó en esa fatídica noche.
Sin embargo, mi hermana me alcanzó a una cuadra de la casa para decirme que no me preocupara, que ella le diría toda la verdad a mi padre ya que era su culpa; contestándole de inmediato: “¿de verdad hermana”? Respondiéndome: “Deveritas; deveritas”, logrando tranquilizarme.
Minutos después, empapados, entramos a la casa y mi madre me abrazó muy preocupada, pues era el hijo menor que llegó a casa después de las 10 de la noche, mientras mi hermanita estaba con mi padre contándole “la verdad” del por qué llegamos a esa hora. De repente, y aún con la ropa mojada, siento un ardor muy canijo en mis piernas seguido de varios más y al voltear mi cabeza, pude ver el cinturón de mi padre bajando a gran velocidad sobre mi persona, dejando más marcas de latigazos en mi cuerpo que a Jesucristo en el Viacrucis. En ese instante, no entendía la razón de su ira hacia mí.
Sin embargo, al siguiente día le pregunté a mi hermana si sabía la causa, contestándome alegremente que sí…que le había dicho a nuestro padre que habíamos llegado tarde a casa porque yo me le había “escapado” de la discoteca y no podía encontrarme e inclusive había salido a “la costera” a buscarme; momento preciso en que le “agarró” la lluvia y por la misma situación no encontrábamos taxis. Como entenderán -queridos lectores- desde ese día odié las tardeadas y ya no confió en nadie que me conteste con un “deveritas, deveritas”
Caso parecido surge ahora después de casi ocho años. Una “verdad histórica” que al parecer no fue verdad y una verdad nueva que lleva el sello de mi hermana, pues tampoco puede describirse como “una verdad verdadera”.
La desaparición de los estudiantes de la Escuela Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa -ocurrida la noche del 26 de septiembre del año 2014- fue un referente de la podredumbre que existía en los tres ámbitos de gobierno, dejando al descubierto las complicidades entre autoridades, fuerzas armadas y crimen organizado –al parecer sigue sucediendo hasta la fecha-, entre los cuales prevaleció el cuidarse las espaldas al tener en sus manos el inicio de las investigaciones.
En su momento, fueron capturados muchas personas, entre éstos un jefe del Ejecutivo municipal y su esposa, que tenían acuerdos con criminales de la región, así como elementos policiacos de dos municipios que en su momento fueron exonerados algunos de ellos; sin embargo, dejaron afuera de esas investigaciones o cuando menos no fincándoles responsabilidad por esos acontecimientos a personajes de la vida política estatal y federal.
Hoy, con lo dado a conocer por la “comisión de la verdad”, ahora sí la justicia alcanzó a los nuevos involucrados en las reciente investigación de los hechos de ese desgarrador día, independientemente de que no se acreditó su participaron en la desaparición y muerte -ya confirmada- de los estudiantes de esa escuela rural, sus acciones y omisiones son los que les acarrearon consecuencias y acciones penales por sus actos como servidores públicos.
Obviamente, los hoy involucrados por la fiscalía tienen el derecho de defenderse –y vaya que lo harán- pues cuentan con recursos económicos suficientes para contratar los mejores despachos del país, además de ser inocentes ante la ley hasta que exista una sentencia que los condene.
Sin embargo, con el anterior comentario no pretendo defender a los ahora señalados por “el comisionado de la verdad” en la carpeta de investigación, ni asegurar -como algunos pueden sugerir- que se trata de una persecución política, pero sí resulta raro que se involucren a personajes ligados a un partido político cuando el próximo año es el periodo de definiciones electorales para la gran batalla del 2024. Sobre todo, cuando es de todos conocidos que el Presidente de la República quiere desaparecer del país –o cuando menos su registro- a los dos partidos políticos que le dieron cabida, uno en su formación política y el otro como candidato.
Así también, resulta extraño que “el comisionado de la verdad” haya resuelto la responsabilidad penal de los involucrados en los hechos del 26 de septiembre del 2014, pero no de todos. Es decir, ¿las autoridades escolares que enviaron a esos alumnos a robar autobuses y gasolina no tienen responsabilidad? Máxime que la escuela es un internado y debería de hacerse responsable del cuidado de sus estudiantes. ¿En verdad están señalados todos los responsables?
Veremos en que resulta esta nueva distracción para nuestro país cuando a lo largo y ancho de éste se suscitan actos violentos, con una inseguridad en ascenso, así como aumentos a los precios de las gasolinas, electricidad y gas. Con una endeble economía que no sólo se encuentra estancada sino con serios problemas en su crecimiento, algo que no prometido nuestro Presidente de la República, sino todo lo contrario, En fin, como dije al principio de mi columna, yo ya dejé de creer en las “verdades” de mi hermana y mucho menos en una verdad a modo que electoralmente beneficia al actual gobierno, el cual afirma que todo lo que asegura es… deveritas deveritas!!