Enfoque Informativo
El supuesto vampiro era un hombre llamado John Barber, tenía unos 55 años, se dedicaba a la agricultura y murió de tuberculosis.
En el siglo XVIII, Griswold, Connecticut fue uno de los sitios en los Estados Unidos donde se creía en los vampiros. Muchos habitantes de esa y otras localidades fueron considerados como tales y sepultados mediante rituales para evitar que regresaran al mundo de los vivos. Uno de los muchos ejemplos de lo anterior es la historia del hombre que fue enterrado con los huesos de su fémur dispuestos de forma entrecruzada, lo cual indicaba que los lugareños pensaban que era un vampiro. Un grupo de científicos forenses desenterraron el cuerpo, le hicieron exámenes de ADN y pudieron reconstruir el rostro de este ‘vampiro’ del siglo XVIII.
Así luce el rostro de un vampiro del siglo XVIII
Los arqueólogos desenterraron originalmente los restos del supuesto vampiro en 1990. En 2019, los científicos forenses extrajeron su ADN y lo pasaron por una base de datos genealógica en línea, determinando que el hombre se llamaba John Barber, un agricultor pobre que probablemente murió de tuberculosis. Muchas personas pensaban que los que morían de tuberculosis eran en realidad vampiros.
En el momento de la muerte, el varón fallecido (apodado JB55) tenía unos 55 años. El apodo JB55 se basó en el epitafio escrito en su ataúd con tachuelas de latón, que denotaban sus iniciales y su edad al morir. A esta conclusión llegaron científicos forenses de una empresa de tecnología de ADN con sede en Virginia, llamada Parabon NanoLabs.
A través de un software de reconstrucción facial en 3D, un artista forense determinó que JB55 probablemente tenía la piel clara, ojos marrones o avellana, pelo marrón o negro y algunas pecas.
Según la posición de las piernas y el cráneo en la tumba, los investigadores sospechan que el cuerpo fue desenterrado y vuelto a enterrar, una práctica asociada con la creencia de que alguien era un vampiro.
“Los restos se encontraron con los huesos del fémur retirados y cruzados sobre el pecho”, explicó a Live Science Ellen Greytak, directora de bioinformática de Parabon NanoLabs y responsable técnica de la división de análisis avanzado de ADN Snapshot de la organización. “De esta manera no podrían andar por ahí y atacar a los vivos”.
Parabon NanoLabs colaboró con el Laboratorio de Identificación de ADN de las Fuerzas Armadas (AFDIL), una rama del Sistema Médico Forense de las Fuerzas Armadas de EE.UU. con sede en Delaware.
Trabajar con huesos de más de dos siglos de antigüedad resultó todo un reto para los forenses. Los científicos comenzaron por extraer el ADN de los restos óseos del hombre.
“La tecnología no funciona bien con los huesos, especialmente si esos huesos son históricos”, dijo Greytak. “Cuando los huesos envejecen, se descomponen y se fragmentan con el tiempo. Además, cuando los restos han permanecido en el medio ambiente durante cientos de años, el ADN del medio ambiente procedente de cosas como bacterias y hongos también acaba en la muestra. Queríamos demostrar que aún podíamos extraer ADN de muestras históricas difíciles”.