Enfoque Informativo

Seguramente has escuchado del término hackeo o, incluso, has sido víctima del mismo, teniendo esto en cuenta, se ha dado a conocer que un grupo de científicos logró “hackear” el cerebro humano con el objetivo de desbloquear capacidades de aprendizaje y memoria.

¿Alguna vez te has preguntado qué tan cierta es la afirmación que asegura que, al término de la vida, una persona solo usa alrededor del 10 % de la capacidad de su cerebro? Sea que te lo hayas cuestionado o no, a más de uno ha dejado con la boca abierta el reciente éxito de expertos que, tal y como si se tratara de una computadora, consiguieron incrementar el potencial del cerebro humano.

De acuerdo a lo expuesto en el reciente estudio, se descubrió que es posible “overclockear” al cerebro humano y, con ello, mejorar el aprendizaje para hacerlo tres veces más rápido, pero ¿Cómo?

En primer lugar, habrá que tener en cuenta que tener en cuenta que el cerebro es un centro constante de actividad eléctrica, y cuando este se mide mediante un electroencefalograma (EEG) surgen ciertos patrones en forma de actividad de ondas cerebrales que oscilan con regularidad.

Cada persona tiene su propia frecuencia

Es así como, de acuerdo a la profesora Zoe Kuortzi, autora principal del estudio, cada persona tiene su propia frecuencia de ondas alfa dentro de un rango entre 8 y 12 Hz, por lo que, si se estimula todo el cerebro para que se sincronice con esta frecuencia, se puede acelerar de forma radical el rendimiento en el aprendizaje.

Para lograr el “hackeo” del cerebro, el grupo de neurocientíficos tomó lecturas del electroencefalograma de 80 participantes en el estudio y, de esa forma, pudieron determinar la frecuencia única de las ondas alfa de cada sujeto.

Posteriormente, el equipo creó “pulsos ópticos”, es decir, cuadrado blancos parpadeantes en una pantalla de una computadora, los cuales fueron sintonizados para coincidir con precisión con las ondas alfa individuales.

Luego, procedieron a mostrar los pulsos a las personas durante 1,5 segundos, partiendo de la hipótesis de que ello “arrastraría” la actividad cerebral a un estado más sincronizado. Luego, los individuos tuvieron que llevar a cabo una actividad cognitiva rápida en la que tenían que distinguir formas concretas en un caos visual.

Fue así como cada persona repitió el ejercicio 800 veces, y los diferentes grupos recibieron la frecuencia correcta sincronizada con los picos de su lectura de EEG, la frecuencia correcta sincronizada con los valles de su lectura de EEG, ondas aleatorias u ondas que se sintonizaron de manera deliberada para que fueran ligeramente demasiado rápidas o demasiado lentas.

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