Entrando al fin de semana me encontré con una noticia que me puso a reflexionar, por fin México está en semáforo verde, por fin se ve La Luz al final del túnel y por fin siento que estamos (o no) aprendiendo a vivir con esta terrible enfermedad.

Los costos de la pandemia fueron sumamente altos, no solo en lo económico si no en lo social: millones de personas fallecidas, personas que no volverán. Nuevamente, todo esto me ha puesto a pensar, estamos ante una nueva oportunidad como sociedad, como comunidad y como país para reivindicar las cosas, para ser personas más empáticas.

Hay que ser agradecidos con las situaciones que vivimos a diario, por estar vivos y honrar a quienes ya no están. Tenemos la obligación de asumir con histórica responsabilidad adaptarnos a esta nueva forma de vida, no bajar la guardia porque a pesar de estar en la última etapa de la pandemia aún falta un estirón por recorrer, el honrar a quienes ya no están se verá en las acciones que de manera individual y en sociedad realicemos día a día.

La pandemia generada por el COVID ha provocado millones de muertes en el mundo. Tan solo en México se han registrado casi 500 mil defunciones. A muchas personas, el COVID-19 les arrebató seres queridos. Justamente esta enfermedad nos distanció, nos quitó la posibilidad de ver y abrazar a nuestras familias por varios meses; de poder acompañar a las personas que se contagiaron, de visitarlos en el hospital y de pasar con ellas o ellos sus últimas horas de vida, nos arrebató la posibilidad de despedirnos y de ofrecerles un funeral.

Con esta pandemia nos pudimos percatar más de la presencia de desigualdades e inequidades, como una característica ya prominente en el panorama social, económico, ambiental y sanitario regional. Hay que reconocer que esta pandemia tuvo un impacto socioeconómico profundo y diferencial en el corto y largo plazos, con consecuencias potencialmente graves para la salud de las poblaciones y, sobre todo, para la distribución equitativa de las oportunidades para la salud y el bienestar de todos a todas las edades.

Hay que entender las afectaciones de esta pandemia, desde la transformación en ciertas prácticas sociales a evidentes cambios en la estructura social. Unas deseables como la evolución de los sistemas sanitarios, otras no tanto como el cierre de comunidades higiénicas que no permiten a otros la entrada y, por tanto, el acrecentamiento de fronteras internas a la sociedad.

Finalmente, a modo de reflexión en mi país debemos volver a concientizarnos sobre el privilegio que tuvimos como sobrevivientes, como personas que somos parte de la historia y el futuro de este país, debemos de estar a la altura de este acontecimiento al seguir cuidándonos entre todos nosotros, cualquier cambio histórico empieza por un acto individual, seamos conscientes de eso, amemos a las personas en nuestro alrededor, contribuyamos con nuestra comunidad, porque el cambio lo hacemos todos y todos somos México.