Aumenta la presión sobre el Ministro australiano de Inmigración Alex Hawke en el ‘caso Novak Djokovic’. Mientras continúa deliberando si revoca de nuevo el visado del serbio, una encuesta realizada por NewsCorp para los medios australianos Herald Sun y The Daily Telegraph, muestra unos datos que no dejan lugar a dudas: el 83% de los australianos encuestados quiere que Nole sea deportado.
Se cumple una semana desde que Australia decidiera retirar por primera vez el visado a Novak Djokovic, lo que impedía su participación en el Open de Australia. Tras cuatro días retenido en un hotel de Melbourne, el juez Anthony Kelly revocó la decisión gubernamental y dio la razón al tenista serbio, que sigue desde entonces a la espera de la decisión del ministro de Inmigración.
Novak Djokovic está siendo investigado por las autoridades australianas por irregularidades en su declaración para poder entrar en el país y por la PCR positiva del 16 de diciembre que presentó y que tanto ha dado que hablar por estar fuera del plazo -se admitían hasta el día 10- y porque los días 17 y 18 acudió a actos públicos en los que no llevaba mascarilla ni guardaba distancia cuando en realidad debería estar guardando cuarentena en casa.
“Errores humanos” que pueden salir caros
El número 1 del mundo admitió ayer “errores humanos” en su documentación de viaje y entonó el mea culpa al no cancelar el día 18 de diciembre la entrevista que tenía con el diario deportivo francés L’Equipe.
Además, el tenista serbio ha levantado sospechas con el QR del informe de su positivo por Covid. Según han publicado tanto Der Spiegel como el periodista del New York Times Ben Rothenberg, al escanear el QR del informe en un primer momento llevaba a un resultado negativo. Algo que después cambió sospechosamente y ya sólo aparece el resultado positivo.
En cuanto a su declaración de aduanas, donde afirmó que en los últimos 14 días no había viajado a un tercer país pese a que antes de viajar desde España había estado en Belgrado, aseguró que su agente cometió un “error humano” al rellenar el casillero sobre los viajes que realizó el deportista en los 14 días previos a su llegada al país oceánico.
Mientras, Djokovic sigue entrenando en Melbourne a la espera la decisión del Ministro de Inmigración sobre una nueva posible cancelación de su visado y, por tanto, su deportación o si, por el contrario, puede continuar en el país y jugar el Australian Open donde buscaría su décimo entorchado en la ciudad australiana.
Si al final Djokovic es deportado, el problema no es que no pueda defender título en el primer Grand Slam del año sino que podría suponer que fuera expulsado de Australia durante tres años.